Puzzle Atemporal
Un niño pregunta a su padre ¿Qué hay debajo del Mar? Éste contesta que peces, arena y otras cosas… El Niño intrigado se acerca a la orilla y con sus menudos dedos agarra el borde del Mar y lo levanta para descubrir un Universo que se expande más allá de la imaginación.
AnónimoPuedo decir que la vida es una especie de sueño o que al menos no está hecha de algún material diferente a los mismos. Pero el ser ¿Qué podría yo decir sobre el ser? ¿Cabe la eternidad en un segundo, así como de alguna manera el Todo abarca la Nada o viceversa?
Esta historia no empieza con el típico Erase una vez, no ya por un tema de ego o de formas, sino porque ¿cómo podría dejarse de ser si se es ó ser si nunca se ha sido? Buscaba piezas clave para el rompecabezas de la eternidad. Sí, ya sé, dirán un vano intento para nada, pero mi mundo si es que había tal se construía instante a instante, y poco a poco me develaba maneras de hacerlo más amable o acaso habitable. ¿De qué sirve un potencial imaginativo infinito si no das paso a la imaginación, sino desarrollas las herramientas que te permiten hacer uso de ella? ¿Y además quien dice que el plano de lo tangible tiene mayor valor? ¿No son acaso esas cosas inexpresables en palabras, imágenes, las que suelen estar cargadas de un contenido si se quiere esencial?
Ella formaba parte de una de esas piezas, la conocí un día de lluvia, quizás lo de la lluvia me lo invento ahorita, pero lo cierto es que llovía a cantaros, se podía oír con claridad el agua golpear contra el asfalto, yo estaba refugiado en el portal de una catedral gótica perteneciente a otro sigo posterior o anterior nunca se puede estar seguro, siempre he pensado que el tiempo es una abstracción del hombre, una especie de artilugio para no lidiar con la posibilidad de una eternidad.
Lo cierto es que apareció ella con sus labios sin pintura, la melena empapada, dos ojos negros achinados sonrientes y la cara surcada por interminables ríos pequeñitos como venas que bajaban por su cuello y su franela revelando en parte la forma de sus pechos, hizo un gesto con los hombros como en deferencia a los humores del clima, y luego se situó a un lado al tiempo que secaba su cara y luego sus manos para encender un cigarrillo creando dos hoyuelos en sus mejillas mientras le daba una calada.
No hubo intercambio alguno de palabras, dos o tres contactos visuales con toda la carga de dos universos que se presienten detrás del velo de la mirada.
La lluvia paró en algún momento, marchándose como la luz del sol en la tarde, y de repente ella ya no estaba allí. Había venido con la lluvia y se había marchado con ella dejando huellas imprecisas, y algo abismal y simbólico semejante al Kua del I Ching denominado K´an.
Tal vez sea una actitud tonta mas siempre he buscado un simbolismo más allá de la compresión racional que hila eventos, como una hoja que se desprende, un ave al vuelo o un determinado hecho como causa de algo más amplio, acaso más certero. Quizás un lenguaje inarticulado de algún ente divino, una comunicación invisible, cosas que se comprenden a otro nivel de consciencia… Luego volver a la realidad. Creo que es sano, no ya el hecho de volver a esa suma de impresiones regidas por los sentidos que llamamos realidad, sino mas bien la fuga, la búsqueda de trascender instantes que mueren nada más nacer.
Y ahí seguían sus ojos dos pupilas de un negro intenso desmintiendo al tiempo, los limites. En busca de un sueño, viviendo dentro de otro sueño.
Me daba cuenta con cierto júbilo y algo de pesar al tiempo, que el instante imaginado era tan válido como cualquier otro. Con júbilo porque se abría un abanico con un tramado que no parecía tener límites y no estaba sujeto a formas o conceptos regidos por el espacio-tiempo, al menos no como solemos concebirlos. Y con cierto pesar por los años de condicionamiento a una lógica “racional” que se las ingeniaba para poner límites a todo ese creativo cautivo que pugnaba por expresarse de algún modo. La paleta se volcó en un plano imaginario y sin maestro ni orquesta las acuarelas comenzaron a mezclarse, primero de manera tímida y luego de manera más resuelta, jugando no solo con matices y colores, sino también con formas que tomaban vida con movimientos a veces inesperados, estas últimas se volvieron rebeldes y acometieron formando otros planos diferentes, seres de otras épocas, leyendas. Seres anónimos, si se quiere inéditos, entrando y saliendo en escena o mutando en otros seres, otras formas. Subrealismo, Surrealismo en movimiento.
Podrías partir de un punto muerto o el vacío si así lo prefieres, pero también podrías partir de un concepto, una idea, así fuera una idea inacabada o un atisbo de idea. Recién comenzaba a experimentarlo, pero las palabras podían dar vida a todo un mundo imaginario como si de una historia se tratara. Una historia desconocida que se iba narrando instante a instante. También podías prescindir de las palabras, pero esto ya entrañaba un grado más de complejidad o quizás atención, quien podía estar seguro.
Nunca sabía a ciencia cierta si era yo el que narraba o formulaba un concepto, y el proceso de construcción de las imágenes en movimiento venía luego producto de una comunión invisible con otros seres o si todo incluso la narración, el curso de los pensamientos era algo foráneo. Lo cierto es que bastaba cerrar los ojos o más bien abrir la imaginación para superponer un mundo a la realidad condicionada.
Estos mundos podían ser aterradores o gentiles, y a ese ser que presentía como constante observador no parecía importarle mucho el desenlace de las historias o la coherencia en la narrativa, de alguna manera parecía complacerse con el hecho de crear en un espacio no regido por los limites, del papel, el ordenador o el mundo circundante. Pero quizás el que se complacía era yo y ese ser del que hablo solo se limitaba a observar, como si en él no hubiera espacio para el juicio u otra emoción más allá de una calma silente.
Abrir los ojos a estas realidades era despertar de algún modo, como si por medio de quien sabe que artilugios, dogmas, creencias nos hubieran sujetado el alma y su emplazamiento no solo a un cuerpo sino a una forma, una forma de ser, actuar, pensar, sentir… Estábamos condicionados a los limites y de alguna forma u otra trabajábamos por fabricar nuevos límites, nuevas maneras. El universo se abría cambiante, en un constante proceso re generativo, pero el humano insistía en controlarlo todo(en apariencias por supuesto). Algo llamado hogar, algo llamado trabajo, otro algo llamado “yo” y un montón de muchos algos que en suma eran NADA, nada que realmente pudieras asir, nada que dijera algo realmente cierto sobre ti mismo.
¿Y si esta era la única existencia y estuviera desperdiciandola en un limitado espacio-tiempo? ¿y qué sino lo era, pretendían confinar la imaginación hasta la eternidad? La imaginación siempre encontraría un escape, podrían tratar de reducirte a un zombie por medio de químicos, patrones psicológicos, normas sociales y colocarte la venda que ellos mismos llevaban más por temor que por cualquier ideología, pero la imaginación siempre encontraría un camino, no puedes apresar lo que es libre por naturaleza.
El segundo encuentro dio espacio a la palabra, un fuego diseminaba su luz en una pequeña cabaña hecha de tierra y madera, con un techo de tejas sobre cañas y una gran ventana que dejaba ver la silueta de una montaña más abajo y algunas estrellas. El mismo fuego que danzaba enmarcado en sus pupilas negras. Ambos estábamos sentados en una cama improvisada uno cerca del otro, envueltos en mantas sobre nuestros cuerpos desnudos. Un sabor a vino y benzodiazepine en nuestros paladares.
-Hay algo mágico en ese fuego y no me refiero solo a las formas-dijo de manera distraída, no esperaba una respuesta así que solo me limite asentir con la cabeza, era como si de alguna manera ambos compartiéramos ese algo.-Las palabras también encierran algo oculto…
Y ahí se me hizo claro por un instante, toda una simbología capaz de desatar mundos ocultos. Una especie de puente con el imaginario impreso en siglos de historia universal, arrastrando impresiones de otras existencias, conceptos e imágenes que de algún modo escapaban al tiempo limitado de una sola existencia. Si era cierto que ibas hacia algún lugar, también lo era que venías de algún otro, aunque ese viaje quizás eterno permaneciera velado a mi consciencia. Y lo esencial seguía escapándoseme como el agua entre intersticios, superficies.
-Quizás lo único real que tenemos es el instante, esa magia de la que hablas, ese impulso de vida latente en ciertas cosas similar a lo que nos anima como seres conscientes, y ese potencial oculto en las palabras o en el silencio.- ella me miro pensativa.
-¿Consciencia, realmente nos ves como seres conscientes?, para mí es una palabra más hasta que no le des alguna forma. No basta con articular algunas sílabas y unir algunos términos, estos siguen siendo generalizaciones, conceptos vacíos… Hablo más bien de invocar con las palabras las raíces de su esencia, un poder que va más allá del intelecto y quien sabe, el espíritu, la energía que las creo. No, creo que en gran medida somos mucho menos conscientes de los fenómenos que nos acontecen interna o externamente, somos meros espectadores.- Extrajo un cigarrillo de unos pocos que quedaban y lo encendió con una cerilla que contemplamos por un momento y luego fue a parar a los leños prendidos consumiéndose en una llama rápida que se elevó un momento para desaparecer, como una historia personal dentro de la historia del mundo, una historia de un mundo en una historia galáctica.
-Incluso un Dios se extingue como esa cerilla.
Dio una calada y luego se limitó a observar el humo que se elevaba en varios hilos sin un patrón definido.
-Incluso esa cerilla tiene un grado de eternidad.- Luego calló.
Descubría que de alguna manera era vano el intento de armar algo parecido a un puzzle mientras a este no se le agregaran dimensiones. Como una avalancha de pequeñas piezas rodando, cada una no ya con un motivo diferente sino más bien una historia anclada a su propio tiempo.
“Cada instante justifica su existencia”
Era un tanto obtuso, pero seguía preso del yo y sus formas, y al parecer eso no cambiaría mucho hasta que no se planteara otro enfoque. Empezar a ser era más como dejarse ser o habitar mezclado con un flujo más amplio. Quizás el único yo posible estaba allá donde viajaba el pensamiento, instante a instante. Flujo, contraflujos...
La lluvia se presentía de nuevo tras la ventana, estallando en millones de fragmentos con un ritmo intermitente, fusionándose con el concreto húmedo, la tierra y el paisaje. La cama, los libros, la consola, el mobiliario, todo se presentaba como una especie de ilusión, de algún modo también representaban un núcleo. U-un emplazamiento tan real como cualquier otro para un momento, las paredes con sus límites, la luz tenue de la tarde mitigada por las nubes grises afuera envolviendo de manera fría los contornos de los objetos, apenas discernibles en la periferia del punto de enfoque fijado en el cursor y los caracteres que iban apareciendo.
Estaba ese bosque anclado a otro momento a otro espacio, pero de algún modo presente con esos árboles altos de ramas largas con barbas colgantes, y otros tantos con diversos tamaños, formas, tratados filosóficos y grimorios impresos en su talle, sus cortezas, texturas. Con un lenguaje ajeno al hombre, cargado de la sabiduría y la experiencia de ríos, piedras, montañas y seres miles remontándose en el tiempo hasta orígenes inciertos e incontables diálogos de noches con estrellas.
Estaba un hada, un duende que presentía ocultos entre alguna roca, el follaje. Un río siempre cambiante sustento de bestias y plantas, dueño también de su propio lenguaje capaz de calmar esa marea interna que acompaña al humano.
También estaba ella, no la chica de los ojos negros achinados, sino el hada de labios magenta y verbo libre. Traspapelada en muchas páginas de la memoria, surgiendo a veces para llenar un instante con un atisbo de su ser.
Siempre fue libre, el hada quiero decir y siempre formó parte de mi espacio desde el día que coincidimos y juntamos como pudimos un tantito de magia cada uno para compartir parte de nuestros mundos, siempre prolijos no en su carácter de exceso, nos regalábamos unas líneas, un detalle que servía para llenar el tiempo y sonreír por dentro.
Me había dado a la tarea de olvidarla, era una manera de liberarla un poco más y de disociarla de mi caos…
Creo que en gran manera lo había conseguido, aunque a veces apareciera en un recuerdo. Aprendía a ignorar su majestad que de otra manera habría absorbido toda mi atención.
Volviendo a los límites. Definitivamente muchas veces uno mismo los edifica en algún estadio de consciencia, como el hecho de que me privara a momentos de imaginar por sentir absorbo un espacio intangible que abarca otras psiques o el hecho de plegarse a los humores de la costumbre, al desanimo del conformismo intelectual que no tiene nada que ver con el valor que entraña la austeridad, sino a una laxitud inerte e improductiva que suele envolverte en un manto gris y sin matices. Cada camino, cada recodo está plagado de huellas, huellas de intemperie, cicatrices del tiempo, vestigios de historias o del paso de actores, eventos de épocas inciertas. Lo mismo pasaba con mi cuerpo, estaba plagado de huellas y cicatrices, a veces huellas que laceraban mi modo de sentir o lo ajustaban a su época su tiempo, y también cicatrices que eran más motivo de orgullo o muestras de batallas libradas, algunas visibles y otras coladas entre pieles y extractos del tiempo.
Siempre aparecería alguna ella que me hiciera desearla, renegar a momentos de su recuerdo o simplemente desearla allí en la distancia sin enturbiar su belleza. Y estaba la pausa como en toda partitura y la vida era una partitura narrada a diversos tiempos y con estructuras complejas que escapaban a un lenguaje de signos.
Por lo menos, ahí seguía ella, un diamante facetado con los prismas más increíbles en cada cara, blasfemia y delirio mezclados en el cuerpo de una Diosa que descendió de forma altruista a mi camino y me hizo soñar de nuevo con la sublimación del ser. Ella era Beth o así solía llamarla, siempre tocándola con mis manos o con palabras sabiendo que tanta hermosura no podía ser para siempre. Quizás ese último comentario era mezquino, pues ella se ha encontrado en otros labios, otras psiques, otros cuerpos, pero sobre todo se ha encontrado en ella misma y ha aprendido a dejar de lado los complejos ajenos. Bogando sin tregua en su barca segura de su destino, de su puerto seguro.
Estaban las hadas digitales también, a veces odiadas y a veces anheladas entre mi propio silencio escogido, mi soledad plagada de un imaginario activo, y una lucha sin tregua también por alcanzar algo inasible... El Zen.
La niña estaba dentro de un marco, siempre recostada de una u otra manera como buscándose a sí misma y para mi representaba a Peque(una pequeña duende llena de pecas). Después de probar unas tantas posiciones en las que solía ensoñar y probar alguna emoción como si se trataran de tintas en las que se humedece un pincel, comenzó a luchar por ensanchar el marco. Se daba cuenta que era muy pequeño como habitáculo y además sus ideas y sueños eran muy grandes para estar confinados en un marco.
Ya harta de tratar con los lados del marco de ventana, se paró en el borde inferior y comenzó a empujar con sus manos y hombro hasta que oyó un ¡clack! Al partirse el marco y salió volando en forma de ideas y comiquitas hacía un espacio infinito, un lienzo que se extendía sin dar tregua y prometía mucha libertad...
La historieta inacabada me recordaba a ella a una duende hada de la que no he hecho mayor mención, el mar de pecas, el epíteto perfecto para colocarle a la hermosura. No solo sus rasgos eran suaves, sutiles y moderados. También lo era su trato, su manera de evitar las confrontaciones inútiles y su manera innata para fomentar la alegría, era como si amar, reír fuera su manera natural de sobrevivir, y ser feliz haciendo feliz a otros.
Esta hada seguirá incólume dentro de mi historia, pero en letras pequeñas para tratar de preservar sus recuerdos.
Podría hacer piezas y piezas para el puzle de chicas que en un periodo o a veces en un solo instante grabaron momentos significativos en mi historia, mas aun no entendía o no daba el valor meritorio por antonomasia a estos seres, no se trataba quizás solo de torpeza o del hecho de haberme abstraído tanto en mi propio mundo que el resto desaparecía. Había un grado de mezquindad en ello, como a veces la había hacía mi mismo cuando pasaba por encima de mi sentir para complacer a alguna de ellas.
Pero aun así el tema seguía siendo la mujer, la naturaleza, la energía divina y como el intentar poseerlas era intentar de cierta forma cortar un poco de su libertad, lo que se alejaba en grado sumo a mi sentir. Y entraba en el dilema si debía resignarme a amarlas de lejos o embarcarme una y otra vez a un naufragio pronosticado con la esperanza de sobrevivir a flote el tiempo necesario para embarcar de nuevo.
No había brújula fiel, compas o sextante que ayudaran a trazar un rumbo, tampoco hubiera tenido modo de darles uso por carecer de las nociones básicas para hacerlo. A momentos era rico dejarse llevar por el instante, cuando ese instante te conminaba a reencontrarte de mil y un maneras.
Nebulosa Un caos impersonal que me desgarra Luego devuelve mis despojos a una orilla Tanteando en busca de amor, de algo de aire Pero todo es disperso y ella insiste En lo turbio, en lo complejo, en los limites La marea me atrapa otra vez Afortunadamente es solo un trecho del viaje Hay algo de angustia en pensar que el viaje no tiene fin
-El caos tiene su belleza- dije a Beth una noche contemplando su esbelta desnudez.
-Tú eres un caos armónico pequeño Niko- contestó ella con voz y sonrisa de guasa.
-Tú uno invariable e ingobernable- y me tocó sonreír a mí.- Me refiero a que el caos encierra en su carácter de imprevisible, una premisa a lo desconocido, una ventana, y ese pequeño hecho lo hace necesario para tallar algo que se acerque a la hermosura.
Ella cerró los ojos y permaneció en silencio como dándome tiempo a que me explayara en mis divagaciones, una luna redonda se intuía tras una ventana pequeña de un soberao(un piso adicional por lo general de caña y barro, que se añade a las casas de construcción popular con materiales del entorno) bañando su palidez con una diáfana impresión de sombra blanca.
-Tú eres parte de mi caos y también de esa armonía que busco en formas, palabras y cicatrices.
-El día que te encuentres Niko encontraras ese infinito al que tanto aludes, con su caos, sus aristas, facetas y la armonía que deseas.
…El niño alzó el manto de mar un poco más y observo para estar seguro, luego con los dos dedos pulgar e índice que lo asía lo coloco con mucho cuidado sobre la arena… Y volvió la marea a traer y llevar las pequeñas olas y marejadas de espuma. Sintió el salitre, su olor, su gusto. Volvió el rostro hacia su padre que seguía perdido en su propio dialogo, y sonrió para sí.
AnónimaSiempre quedé con la duda si me toparía otra vez con esos ojos chinos y también confieso, si tendría la paciencia para tolerar tanto glamur, tanta suficiencia…
Niko Zen